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Tenés esa absurda e incomprensible necesidad de salir, aturdirte con música que odiás y doparte hasta no conocer siquiera tu propio nombre. Lo querés, te gusta. Amás el sentimiento de no saber en dónde estas, ni quién sos. Desconocer tus problemas, que todo vuele al rededor tuyo y ser ajena a vos. Te entiendo en partes, en otras te odio, y repudio esa debilidad tan evidente. Estás expuesta, vulnerable, me das pena y no me queda otra que abrazarte, porque sos mi amiga, porque te quiero.
Solés decirme que te odiás, y tu boca no tiene miedo al emitir esas palabras, es de lo único que estás segura. Pero qué certeza agradable, habiendo tantas cosas por aborrecer.

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